La Espuma

La Espuma

Obras completas de D. Armando Palacio Valdos, Tomo VII

cute;n. Hablando con ella está Pinedo, el inquilino del cuarto tercero. Aunque su bigote no tiene canas, se adivina fácilmente que está teñido: su rostro es el de un hombre que anda cerca de los sesenta: fisonomía bonachona, ojos saltones que se mueven con viveza, como los que poseen un temperamento observador. Viste con elegancia y manifiesta extraordinaria pulcritud en toda su persona. Al ver en la puerta a nuestra bellísima dama, la tertulia se conmovió. Todos se alzan del asiento, excepto la señora de Calderón, en cuyo rostro parado se dibujó una vaga sonrisa de placer. --¡Ah, Clementina! ¡Qué milagro el verte por aquí, mujer! La dama se adelantó sonriente, y mientras besaba a las señoras y daba la mano a los caballeros, respondía a la cariñosa reprensión de su cuñada. --¡Anda! Aplícate la venda, hija, tú que no pareces po

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