Memorias de un vigilante

Memorias de un vigilante

e. ¡Baste decir que ni a sus sobrinos tuteaba en esos momentos, por no rebajar su autoridad! Organizadas las parejas, sonaron las guitarras, y se dejaron oír los acordes de una polka en que trinaban las primas[24] y las segundas[25], y no tanto destinada a ser bailada cuanto a demostrar la habilidad de los ejecutantes: era como un punto de atención echado por el viejo guitarrero. Los mocetones más empilchados y ladinos fueron los que debutaron. Metidos en sus grandes botas de charol, con el taco como aguja y con todo el frente bordado, daban vueltas pretenciosas de elegantes, pareciendo muñecos movidos por un mismo resorte, tal era la precisión con que seguían el compás que el máistro marcaba con la cabeza. El bastonero--para satisfacción de las mamás, que se le dormían[26] a los pasteles y al mate, agrupadas alrededor de los guitarreros--circulaba entre las parejas, diciendo cuchufletas[27]

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